Para obsesionarse con algo aveces basta con no tenerlo. Claro está que no sucede con todo lo que no se tiene y hasta si se tiene aun no se asegura un punto a favor. Para obsesionarse, usted ha de desearlo, apropiarse de ese agujero que le produce y atragantarse, jactarse, con lo que sería tenerlo en su poder.
Admito que me obsesiono fácil. La otra vez me sucedió con las manos, mi mirada se posicionaba justo en los pliegues de los dedos, rodeando el contorno y finalizando en las uñas, sentía ganas de arrancar cada tendón y hacerme un cinturón.
Ahora imagínese, que además de esa necesidad hacía algo o alguien existe otro que lo tiene y no lo valora como usted lo haría.
Recuerdo los síntomas, me comía las uñas hasta sangrar, me arrancaba los pelos de la cabeza, no dormía tranquilo y hasta cagar me causaba angustia, cuando llovía me jodía pensando, cuando salía el sol me jodía el doble, es un constante jala y puja, que retumba y no se calla, que taladra y cala, que sacude y no descansa.
¿Sabe usted cual es la peor de las obsesiones?. Es esa, esa que viene y se va, esa que logra calmar y luego regresa afanada, esa que aparece cuando ya se ha olvidado y se hospeda infectando cada rinconcito de su ser, despedazando minuciosamente la cordura.
Mi obsesión tiene nombre y caderas preciosas, es de esas peligrosas mujeres cultas que lo callan a uno con solo mirarlo feo. Tiene el encanto de una rareza para colección y no miento si le digo que al verla, un leve choque eléctrico me impulsa a querer conseguir una cajita de cartón, para amordazarla contra ella y contemplarla cada vez que surgen las ganas.
Las obsesiones penden del hilo masoquista que cada quien se implanta a su manera sobre la nuca, chupan el dolor ocasionado por una pseudo-ausencia, generando placer y desarmando a su pobre víctima, la cual accede de manera inconsciente.
Desearía poder ser breve para que usted entendiera la gravedad de obsesionarse con una mujer, para facilitarlo todo (facilitármelo sería más adecuado) he decidido llamarla solo Ela.
Ela sale todas las mañanas de camino a la universidad, toma el autobus S-26 y se baja en la tercera parada. No toma café y el té solo llega a asimilarlo cuando lo acompaña por leche, vive en un pequeño apartamento que paga con los ingresos de un trabajo sabatino.
Ela lee como si se le fueran a acabar los libros, come como si fuesen a prohibirlo y duerme como si no quisiese despertar.
Ela escucha buena música y ama danzar, tiene piecesitos de pequeño tallaje y su voz no esta mal para un coro.
Ela es mi amiga hace seis años, es buena dibujando pero nunca ha logrado que los colores se adapten a sus obras.
Un día me encontraba en la plaza San Fernando con Poncho y Ramiro bebiendo cerveza, las nubes jugaban a ser animales, pero con algo de alcohol todo se asemeja a senitos y culitos. Las palomas ensordecidas ante un tipo que vendía no se que por un parlante, corrían confusas y se estrellaban contra las bancas. En esas paso Ela con otra amiga que fumaba un cigarro y nos saludo como lo hacía cuando nos reuníamos sin más intención que vernos las caras y preguntarnos ¿Que carajos hacemos aquí?.
Como era de costumbre nos sentamos a charlar un rato y la noté bastante incómoda, me encontraba a su lado y sentía sus rodillas tensas a través de mi pantalón, podía percibir el olor a aguardiente añejo en su blusita negra, supongo que recién llegaba de las fiestas a las que asistía con su familia y tanto aborrecía.
¿Te pasa algo? pregunté cuando se fue a tumbar duraznos en el árbol esquinero. No. Vamos, tu no eres así. ¿Te puedo preguntar algo a ti?. Si. Honestamente, ¿te parezco una mujer atractiva?
Mierda. ¿Porque lo pregunta? ella nunca se preocupo por esto, ¿Como decirle que no encuentro belleza parecida? Que sus orejitas son perfectas y su nariz graciosa, que sus manchitas son adorables y hasta su sudor es altamente delirante. ¿Le intereso? ¿Es eso? ¿Se ha fijado en mi? ¿Me permitirá esta noche llevarla a un colchón y explorar cada porito de su piel? La deseo y lo sabe, lo nota en cada palpitar de mi cuello exaltado. Tanto tiempo esperando. ¿Será hoy el día que mis manos añoraban con fulgor? Ela, para mí. Yo para Ela.
Pues eres linda.
Imbécil, así no llegaremos a segunda base, ahora si la cagaste.
Gracias, sé que eres sincero, me siento mal, las cosas con Poncho han empeorado.
Olvidé mencionar que Ela era la novia de Poncho por ese entonces y valla cagada, fui yo el último en enterarme siendo amigo de los dos.
Un mes después me conseguí a Nana. Era una hermosa castaña con ojos verdes. Solíamos frecuentar cual bar se apareciese y con ella conocí el significado de tirar como conejos. Lo hacíamos en todo sitio y a cualquier hora, me conseguí un trabajo de medio tiempo de digitador y ganaba lo suficiente como para pasearla por la ciudad.
Terminada cada tanda en la cama, iba al baño y pensaba en Ela.
Pensaba en como Ela se movía.
Pensaba en que palabras diría al explotar.
Demoraba bastante allí, pensando en Ela e imaginándola con su largo cabello sobre mis párpados.
Tal vez debí aprovechar mejor de mi oportunidad y no existe peor hundimiento en la obsesión con Ela, que aquel que se produjo tras una relación con ella.
La tuve, la probé, fue mía, pero no sabía a Ela.
Esa Ela que me tocó, era el resultado del rechazo. Esa Ela era insípida. Esa Ela, no era mi Ela.
Superar ese sinsabor fué fácil, o eso parecía, le juro que yo ya tenía suficiente de Ela. Hace poco vine a enterarme de que está con un tipo de esos que usan corbata.
La vi en el norte con un vestido rojo y su boquita tímida y dulce que me condena a encadenarme cien mil pies bajo tierra, en las profundidades inhabitadas y olvidadas por las ratas.
Era Ela de nuevo, llamándome con voz muda.
Mirándome con ceguera efusiva.
Tocándome con el aire de su aliento.
La he llamado y se escucha deliciosa después de un baño, me dice que extraña poner su pelo sobre mis párpados y yo pienso: "No, tu no querida, esa fue otra, ven Ela, ven conmigo y para mi, hasta que mis piernas perplejas no corran en tu búsqueda, porque te han encontrado".
No hay comentarios:
Publicar un comentario