Criatura: __________
Ella: Veni, bibí, quién es hemoshú, yo ti quelo comú nadie. ¿Tú me queles?
Criatura: __________
Ella: ¡Ay sí qui usted quele a su mamachita! ¿Cielto, cielto? ¡Ay qui belleza!
Criatura: __________
...
Inmediatamente mi expresión, como de asco y gracia, se ocultaba tras el periódico amarillista que reparten en la acera esas muchachitas del mismo amarillo cegador con estampa de vendedoras mediocres. Los titulares se asemejaban a los de hace una década, aveces creo que la imprenta se encarga de revisar en los archivos a la búsqueda del mismo suceso, porque las novedades no se ven desde la involución del primer hombre. Encabezaba entonces, una modelito con cabello azabache hasta la punta de la espalda (la baja para ser excatos), al lado otra foto de su rostro desfigurado (toda muchachita sin dientes deja de gustarme, por eso me gusta que parezcan conejo) y en letra monumental:
¡ASESINADA POR SU ESPOSO
DEBIDO A UN ATAQUE DE CELOS!
No contentos con esto, los editores morbosos describen la maravillosa vida que esta mujer llevaba en familia y varias anécdotas de como el comportamiento de su hombre jamás había reflejado un quiebre psicópata. En mi opinión basta con conocerse para querer matarse, ya conocer a otro cambia las cosas, más sabiendo que te dañará el hecho de que algo malo le pase y es justo eso, lo que lo hace atractivo.
-Intentas justificarlo- Dice mi prima cuándo le expreso lo anterior -Nada justifica que una mujer muera en tan crueles condiciones, ¡Actos así no tienen el perdón de Dios!
- No me prestes atención si te molesta escuchar un poco de honestidad cruda.
Álvaro quería ordenarse, según él la voz divina había sanado su espíritu, con reverencias a un altísimo (que de altísimo solo tiene el nombre) y cánticos fanáticos con resonancia de culpa. Me parece contradictorio de parte de él, que en veinte minutos esté bebiendo en nombre de su padre y mire de re ojo a Jocesito, con quién tuvo más de un encuentro íntimo en las semanas santas pasadas, cuándo mi tía los metía juntos a la ducha para no gastar pesitos en agua.
Con el egoísmo de todo un duque, me dediqué a beber el vodka al lado de un sobrino regordete que pasa la vida manejando taxi y devorando gasolina. Me sonaba de un lado extraño el estómago vacío, o tal vez mi páncreas con intervalos confusos de identidad. La tía abuela Nancy, (que no hace buen honor a las musas con ese nombre) accede a poner música Decembrina, recordándome que el mejor lugar es afuera, donde no veo el espectáculo de pies torpes , embriagados, bailando al sincompás de Pastor López.
En esas aparece mi amigo, mi amigo más cercano.Álvaro quería ordenarse, según él la voz divina había sanado su espíritu, con reverencias a un altísimo (que de altísimo solo tiene el nombre) y cánticos fanáticos con resonancia de culpa. Me parece contradictorio de parte de él, que en veinte minutos esté bebiendo en nombre de su padre y mire de re ojo a Jocesito, con quién tuvo más de un encuentro íntimo en las semanas santas pasadas, cuándo mi tía los metía juntos a la ducha para no gastar pesitos en agua.
Con el egoísmo de todo un duque, me dediqué a beber el vodka al lado de un sobrino regordete que pasa la vida manejando taxi y devorando gasolina. Me sonaba de un lado extraño el estómago vacío, o tal vez mi páncreas con intervalos confusos de identidad. La tía abuela Nancy, (que no hace buen honor a las musas con ese nombre) accede a poner música Decembrina, recordándome que el mejor lugar es afuera, donde no veo el espectáculo de pies torpes , embriagados, bailando al sincompás de Pastor López.
Pregunta por la situación, si todo va bien, por el trabajo que no consigo, la mujer que no me quiere, la otra que deseo, pero solo por raticos y el dinero que nunca ha estado en mis bolsillos. Fumamos juntos y me advierte que no está de buen humor. En ese instante noto sus ojos hundidos en el piso, como safándose de órbitas y buscando rincones de polvo para el refugio de la inestabilidad exisencial, saca del pantalón lo que parece un navaja y la pasa por sus uñas sucias. Me mira.
Se rasca la cabeza. Yo le digo que se calme, pero me responde con un "Ya perdiste el control".
Esa noche leí algo de Mario Mendoza, escondido en la estantería de mi habitación. Ese lapso de muerte, de aquel, mi amigo, mi amigo más cercano, mi único amigo, marcó la iniciación de los hechos desafortunados que tuvieron lugar el 6 de Marzo del presente año. Sin pretención de justificar, insisto que yo no maté a ese hombre, él mismo se condenaba a morir vida, me consuela saber que mi familia cumplió con el tiempo que tenían de este lado y que él tipo sacio las visceras hambrientas de ilusiones mediocres, detective, si hay entonces un culpable ese no soy yo, arreste a mi mejor amigo, ese que entró envenenado con el disfraz de mi piel.
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