martes, 18 de septiembre de 2012

Respecto a la escritura (La siguiente entrada no posee validez ante los ojos del sabio)

Es cuestión de tragarse un Burroughs a media noche junto al lápiz y el cuaderno. Mi escritura mediocre se ve evidenciada cada vez que repaso las líneas de escritores tan enfermos como los más inquietantes protagonistas de sus obras. Drogadictos sin fortuna, pesadez existencial y uno que otro golpe de suerte (Porque los malditos no están a salvo de dulces engaños). Llegar a un punto de repudio y la satisfacción (terriblemente placentera) a leer algo de Sade o apropiarse vagabundamente de la idea de la NADA con Gonzalito, el flaco difunto, compañía de mis nadaístas imposibles. Esto de vivir para las letras te da pie para mantenerte abstraído de un supuesto, pintado de guerras, conformado de crudezas, colmado de basura y entre la basura, yo.
Pienso en Alejandra, Alejandra, Alejandrita y solo un nombre. ¡Mujer, si el tiempo me hubiese cruzado los cables para besar tu cabecita solitaria! (Y ¿Por qué no? también tus labios.)  Otra vez, concluyo, caigo y me rindo ante ese caleño que consumió mis venas al borde de los más absurdos párrafos sumergidos de urbanidad, calles, juventud, desesperanza y muerte. Letras que no son mías y le pertenecen aunque las trazara mi mano. Caicedo y su Calicalabozo exquisito, laberinto mental que encierra atravesados y Angelitos, caperucita se guardó los dientes un día 28 y en mujeres vampiro creo desde que tengo deseos de carne.
Egocentrismos innatos de todo ser "humano", aspirados... Aun más peligrosos, suspirados. No soy quién para llamarse "escritora", no es un acto de humildad, creo en esas promesas que me hice, de nunca encasillarme, pertenecer a un gremio o a una etiqueta. ¡Ahí está de nuevo! Personajes ficticios apoderándose de mi vida con sus diálogos, manejándola a su antojo. Conejos blancos, un Dodo, las orugas son obesas, me siento como oruga.
Es cuestión, cuestión de un whisky, un gato con cara de tomate y una zanahoria congelada. Gasté toda una entrada, para no decir más que nada, así me funciona esto de expulsar vocales y vomitar consonantes. No se trata de una labor y ahora me patea los ovarios que tomen esto como un pasatiempo. Que sean pues mis palabras, las que me condenen de manera deliciosa a este delirio de servirles, sin más pretensión que cavar mi propio agujero.

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