sábado, 7 de abril de 2012

Humo Cítrico

Ese de la foto, del pelo grasoso, solía pasársela en el bar del Bicho, ese fue el que me enseño por primera vez un museo.
-Hablele
-¿Porque no va usted?
-Yo tengo novio
-¿Y?
-A usted es a quien le interesa
-Usted que inventa.
-Voy yo y la hago quedar mal
-¿Sabe algo? Nos vemos después que tengo una guitarra desangrándose en las escaleras.
Ya luego fue que me vine enterando que el tipo se llamaba Juan Jose Perdomo, pero le decían Juanito Humo y con la poca inocencia que me quedaba preguntaba el porque del sobrenombre, más de una vez se me sonrojó la cara preguntando, porque me decían "Tan bonita usted ¿No?" y yo "¿Si?", más era un no, pero eso era antes, yo no sabia que la gente hacía esas cosas. Era fuerte y daba una sensación de rudeza atractiva y aterradora, pero cuando se pegaba sus viajes era suave como un conejito de felpa.
En esos días yo era católica y medio mojigata y llenaba las 1003 con letra diminúscula, si diminúscula, para que se leyera bonito, pero nunca me daban empleo y juro que era por la foto, es que de frente parezco más patata que cereza. Era mi último año en el San Juan de Apóstol y el padre Nestor me decía que me quedara hasta tarde a ayudarle con las flores del altar, pero yo le decía que me esperaban tempranito y me iba rápido, porque Nana me había dicho que lo que quería era desflorarme mientras rezaba un avemaría, Nana no mentía porque le salía sarpullido y se le ponían las pecas azules, por eso le creí.
Como dije, Juanito fue el primero en llevarme a un museo. El sol me picaba las rodillas y me dolía la cabeza, estaba tomando una botella de agua, cuando se apareció con una libreta olor a guardado y un lápiz mordido y sin borrador, que se yo, pero para mí que ya se lo había comido. Nos saludamos de manos sudadas y el me hablaba de tipos surrealistas y yo que ni un carajo sé, lo agarre del brazo y solo asentía con la cabeza.
Cuando nos detuvimos frente a "Tarzan y el pepino" y quede tarada con el taparrabos del mechudo, se le dio por hablar más de la cuenta y yo con cara de limón agrio le dije que tenía pesadez estomacal.
No tengo ni un toque de artista. Recuerdo que intenté con un curso de oleos y terminé a los tres días de iniciar porque no soportaba eso de los colores complementarios. Y es que blanco es luz y negro oscuridad, usted cuando ve naranja o púrpura una mala memoria, un vacío existencial, no, eso de los colores complementarios son tan mentira como eso de que a uno lo completa otra mitad de fruta cítrica.
Imagínese la escena de una semana después. Al tal Humito Juano se le subieron unas copas de aguardiente y me llevo tres rosas agujeradas y marchitas, me dijo que le gustaba como tenía el pelo y mis pequeños pies. Yo que se, me hizo sonreír y para mi eso era difícil. Bueno, le seguí la cuerda y al cabo de un mes eramos inseparaperdibles, me llamaba a las diez y mi hermano le decía que mucho cuidaditico con irme a hablar de colchones y se reía porque debajo de cuerda yo ya sabia qué.
Cuando me corté el pelo me insultó y no me hablo como por tres días, a mi no me importo, sabia que le terminaría gustando.
Estando donde el Bicho aprendí a tomar lo que me sirvieran, pero eso de las resacas no son lo mio. Le corro a las drogas y Juanito solo le hacía a su humo, porque se le despeja la frente según el.
Más bien se le vuela, pero yo no opino, para no repetir que eso es malo, porque muy bueno si es, yo se que a usted le gusta.
Ese del pelo grasoso, vivía conmigo y ni me acuerdo de su otro apellido, mejor no le miento. Nos sentabamos en la ducha y cantabamos Brown Sugar hasta que la prima Toña nos decía que nos ibamos a derretir, y me sentía como chocolate en fogón. Es muy rico parecer frutica cítrica, con olor a limón y complemento de Lima. Humito me abrazaba si me le ponía de mal humor y ya con eso tenía para que yo no me le inventara algún mal para evadirlo, vea, hasta me prometía que me iba a comprar una de esas furgonetas pero en blanco y negro para que no me molestara con su teoría del color, y que a Morrison lo jugábamos con Lennon y Jagger para jugar con los versos.  ¿Si escucha? Tocan a la puerta. Es de nuevo su mama. Dígale que me deje otro ratico y le termino de contar antes de que le cambie el pañal. Tengo una idea mejor. Levántese, levántese de esa camita y le prometo no volver a cortarme el pelo, a contemplar a Dalí en su museo y a cantar todas las de los Stones hasta fundirme con usted.





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